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Cuando Internet cabía en una habitación
A finales de los años 60, en plena Guerra Fría, un grupo de investigadores de la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada del Departamento de Defensa de EE. UU. (ARPA) buscaba una forma de conectar ordenadores entre universidades para compartir información científica.
En 1969 nació ARPANET, una red experimental que unía cuatro nodos: UCLA, Stanford, Santa Bárbara y Utah. La primera transmisión de datos fue tan simbólica como frágil: el mensaje debía ser “LOGIN”, pero la red se cayó tras las dos primeras letras. Solo llegó “LO”.
Fue el primer error… y el primer paso hacia Internet.
El nacimiento de ARPANET
ARPANET se diseñó como una red descentralizada, capaz de mantener la comunicación incluso si uno de sus nodos caía. Su objetivo inicial era técnico y militar, pero rápidamente se convirtió en un laboratorio de ideas sobre cómo intercambiar información entre personas a través de máquinas.
El sistema usaba el protocolo NCP (Network Control Protocol), precursor del TCP/IP actual, y ya implementaba conceptos como ruteo, paquetes de datos y servidores intermedios. Era la semilla de lo que hoy llamamos Internet.
Ray Tomlinson y el primer correo electrónico
En 1971, un ingeniero llamado Ray Tomlinson, trabajando en BBN (la empresa contratada por ARPA), ideó una forma de enviar mensajes entre usuarios de distintos ordenadores dentro de la red. Para distinguir usuario y máquina, eligió un símbolo que ya existía en los teclados pero no se usaba en nombres propios: la @ (at).
Su primer mensaje, enviado entre dos ordenadores DEC conectados uno junto al otro, fue probablemente algo trivial —“QWERTYUIOP” según él mismo—, pero cambió la historia de la comunicación humana.
Había nacido el correo electrónico.
De la comunicación entre máquinas al correo entre personas
Durante los años 70 y 80, el correo electrónico se convirtió en la aplicación más usada de ARPANET.
Nacieron los primeros conceptos de bandeja de entrada, listas de distribución y respuestas automáticas, y se estandarizaron los protocolos que aún usamos hoy:
- SMTP (Simple Mail Transfer Protocol) – 1982
- POP (Post Office Protocol) – 1984
- IMAP (Internet Message Access Protocol) – 1988
El correo electrónico pasó de ser una herramienta de ingenieros a convertirse en el lenguaje universal de la comunicación digital.
Del caos del spam a la autenticación del remitente
El éxito del email trajo consigo su gran debilidad: la ausencia de autenticación nativa. El protocolo SMTP no comprobaba si quien enviaba un mensaje era realmente quien decía ser, lo que abrió la puerta al spam, la suplantación y el phishing.
Para mitigar estos problemas surgieron los estándares:
- SPF (Sender Policy Framework) – para validar servidores autorizados.
- DKIM (DomainKeys Identified Mail) – para firmar los mensajes digitalmente.
- DMARC (Domain-based Message Authentication, Reporting and Conformance) – para establecer políticas de validación.
Aun así, el correo electrónico seguía sin poder ofrecer pruebas legales verificables de envío, entrega o contenido.
Del primer “@” al correo electrónico certificado
Cincuenta años después de aquel experimento en ARPANET, el correo electrónico ha evolucionado hasta convertirse en un sistema de comunicación universal, pero también en un canal donde la confianza digital es fundamental.
Ahí nace el concepto de correo electrónico certificado, que transforma el email tradicional en una comunicación con validez probatoria, capaz de acreditar:
- Qué se envió.
- A quién se envió.
- Cuándo se puso a disposición.
- Y que el contenido se mantuvo íntegro.
Si ARPANET fue el primer intento de garantizar la continuidad técnica de los mensajes, el correo certificado representa hoy la garantía de su autenticidad y validez jurídica.
Lo que empezó como un experimento para conectar máquinas terminó conectando personas.
Hoy, el correo electrónico certificado conecta también confianza, evidencia y seguridad digital.
Conclusión
De los laboratorios militares a los sistemas de confianza digital, la historia del correo electrónico es también la historia de cómo aprendimos a confiar en los mensajes que intercambiamos.
El símbolo @ unió nombres y máquinas; la certificación electrónica une ahora tecnología y certeza jurídica.
En cada evolución —de ARPANET a eEvidence— hay un mismo propósito: que la información llegue, se conserve y pueda demostrarse.
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