¿Alguna vez te has preguntado qué tan segura es tu bandeja de entrada? En el mundo digital de hoy, incluso el acto más simple de enviar un correo electrónico puede ser objeto de villanos cibernéticos. Hoy te contaremos una historia que parece sacada de una película de espías, pero que ocurrió en el mundo real, en nuestro propio patio trasero. Este relato tiene todos los elementos: intriga, tecnología y un intento de robo de 50.000 € que casi pasa desapercibido. Prepárate para sumergirte en el mundo del cibercrimen y descubrir cómo el servicio de eEvidence se convirtió en el héroe inesperado.

El golpe que casi fue

Todo comenzó con una factura. Una simple transacción entre nuestro cliente, Alice la Audaz, y su cliente, Bob el Bravo. Alice envía una factura a Bob, adjunta en un correo electrónico, por la nada despreciable suma de 50.000 €. Pero hay un giro: el número de cuenta, el IBAN, había sido alterado. No es el IBAN habitual de Alice. Por suerte, Bob tiene un ojo de águila y nota la discrepancia, marcando el inicio de nuestra aventura de detective digital.

La búsqueda del IBAN perdido

La sospecha de Bob enciende las alarmas. ¿Cómo es posible que el IBAN haya cambiado? Alice, confundida y preocupada, se pone en contacto con nosotros, eEvidence, para desentrañar el misterio. Lo primero es lo primero: verificamos el IBAN en la factura recibida en el correo enviado por Alice a eEvidence. Y ahí estaba, claro como el día, el IBAN correcto, tan inmutable como una roca.

Pero, espera, ¿cómo es que Bob el Bravo recibió un IBAN diferente? La trama se espesa. A través de nuestra tecnología de criptografía, confirmamos que el email que salió de nuestros servidores hacia Bob también contenía el IBAN correcto: el hash SHA256 de la factura original coincide con el de la factura que se adjuntó en el email entrado al servidor de correo de Bob. Todo, desde los registros hasta la copia EML del email original adjunta al PDF de evidencia, demostraba que el cambio no ocurrió mientras el email estaba en tránsito bajo nuestra supervisión. Esto nos llevó a concluir que el ataque MitM (Man-in-the-Middle) había ocurrido fuera de nuestro entorno seguro.

Desenmascarando al intruso

La conclusión era inevitable: el ataque MitM se produjo después de que el correo electrónico saliera del entorno de eEvidence y antes de llegar al buzón de Bob. Si Bob hubiera realizado el pago al IBAN incorrecto, ¿cómo demostraría Alice que no fue su error? Tradicionalmente, esto habría sido un juego de señalar con el dedo, con Alice en una posición muy vulnerable.

Pero aquí es donde nuestra historia toma un giro hacia la justicia. Gracias a eEvidence, Alice no solo podría demostrar que el fallo de seguridad se encontraba en el entorno de Bob, sino también reclamar el pago adeudado y transferir la responsabilidad de recuperar los fondos a Bob.

Lecciones aprendidas

Esta historia, más que un thriller cibernético, es una lección de valor incalculable sobre la importancia de la seguridad en las comunicaciones electrónicas. En un mundo donde los ataques MitM acechan en las sombras, servicios como eEvidence no son solo convenientes, son esenciales.

Conclusión: más vale prevenir que lamentar

Este caso es un poderoso recordatorio de que en la era digital, la seguridad no es opcional. Es crucial estar siempre un paso adelante de los ciberdelincuentes, armados con la mejor tecnología y prácticas de seguridad. En eEvidence, no solo proporcionamos un servicio de email certificado; somos tus guardianes en la inmensidad de internet, asegurando que tus transacciones lleguen seguras y sonoras, libres de las garras de los malhechores digitales.

Así que la próxima vez que envíes un correo electrónico, recuerda: en el mundo cibernético, no estás solo. Con eEvidence, tienes un aliado que vela por tu seguridad y tu tranquilidad. Porque, al final del día, lo que importa no es solo llegar a tu destino, sino asegurarte de que lo hagas sin alteraciones indeseadas en el camino.

Y un agradecimiento especial a Bob el Bravo, cuya sagacidad no solo evitó una pérdida financiera significativa, sino que también nos proporcionó una valiosa lección sobre la vigilancia. ¡Gracias, Bob, por recordarnos que un par de ojos atentos son una de las mejores defensas en el mundo digital!